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lunes, 15 de noviembre de 2010

LA INDEFENSIÓN APRENDIDA

La INDEFENSIÓN APRENDIDA, o adquirida, es una condición psicológica en la que un sujeto aprende a creer que está indefenso, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil. Como resultado, permanece pasivo frente a una situación displacentera o dañina, incluso cuando dispone de la posibilidad real de cambiar estas circunstancias.

La Indefensión aprendida fue postulada por el psicólogo Martin Seligman. Seligman exponía a dos perros, encerrados en sendas jaulas, a descargas eléctricas ocasionales. Uno de los animales tenía la posibilidad de accionar una palanca con el hocico para detener esa descarga, mientras el otro animal no tenía medios para hacerlo. El tiempo de la descarga era igual para ambos, ya que la recibían en el mismo momento, y cuando el primer perro cortaba la electricidad, el otro también dejaba de recibirla. En cualquier caso, el efecto psicológico en ambos animales era muy distinto; mientras el primero mostraba un comportamiento y un ánimo normal, el otro permanecía quieto, lastimoso y asustado, con lo que la importancia de la sensación de control en el estado de ánimo parecía demostrada. Incluso cuando la situación cambiaba para el segundo animal, y ya sí podía controlar las descargas, era incapaz de darse cuenta y seguía recibiendo descargas sin intentar nada para evitarlo.

La teoría de la indefensión aprendida ha sido utilizada para explicar el mecanismo de la depresión. Cuando estamos deprimidos -dirían los defensores de esta relación-, percibimos que nuestra situación vital es dolorosa, y no distinguimos ninguna solución ni ninguna posible vía de escape a nuestro alcance; nos sentimos mal y no podemos hacer nada para cambiarlo.


¿Por qué, frente a las dificultades, algunas personas se dan por vencidas rápidamente y otras perseveran y salen adelante?

Las personas tenemos un monólogo o discurso interno con el cual explicamos las cosas que nos suceden. Este discurso se denomina “atribución causal”, “estilo atribucional” o “modelo explicativo”.

Martin Seligman (1991) se preguntó por qué frente a las dificultades algunas personas se dan por vencidas rápidamente y otras perseveran y salen adelante. Y encontró que frente a las dificultades aparecían preferentemente dos tipos de atribuciones causales: el estilo optimista y el estilo pesimista.

Sus investigaciones muestran como las personas optimistas tienden a ser más esperanzadas y perseverantes, tener mejor autoestima y generar acciones más exitosas y, por el contrario, las personas pesimistas tienden a ser más desesperanzadas, tienen autoestima más baja y se dan por vencidas más fácilmente frente a la adversidad.

Cuando las personas, sobre todo en etapas tempranas de la vida, se han visto acorraladas en situaciones altamente aversivas ante las cuales no podían reaccionar o huir (como es el caso de los niños cuya familia les está brindando un patrón de apego disfuncional), aprenden a ser desamparadas. Es decir uno aprende a quedarse paralizado frente a determinadas situaciones aversivas, se aprende a ser indefenso.

Así vemos que aprendemos a ser asertivos y hacernos respetar por muchas personas, pero es mucho más difícil lograrlo con las personas que amamos, porque en los momentos de conflicto las conductas que surgen no suelen ser las que dicta la lógica sino las que nuestros patrones de apego desatan automáticamente.

El desamparo aprendido está acompañado de pensamientos destructivos. Las tendencias de las personas en esta situación son:

· la reacción a bajar los brazos y darse por vencidas,
· a no asumir la responsabilidad de producir cambios y
· a no contestar frente a las adversidades.

Y esto sucede porque han construído, sin quererlo, una paralizante teoría, la creencia de que:

“NO VALE LA PENA HACER NADA, PORQUE HAGA LO QUE HAGA NADA CAMBIARÁ”

El estilo atribucional modula el desamparo aprendido. Esto significa que cuando más pesimistas y extremistas sean las cosas que nos decimos, más desamparados e indefensos nos sentiremos y actuaremos de acuerdo a ello.

Seligman (op.cit.) estudia tres dimensiones o características del estilo atribucional o atribución causal:

· Permanencia: Qué duración, estabilidad o inestabilidad en el tiempo atribuímos las causas de los buenos o males sucesos. Sus extremos se expresan en el discurso en los polos Siempre-Nunca.

· Penetración: Cuántas áreas de nuestra vida se ven afectadas por nuestra buena o mala suerte, si estas causas nos afectan de manera global o específica. Se expresa en el discurso en los extremos Todo-Nada.

· Personalización: Consiste en atribuir causas internas o externas a los buenos o malos sucesos. Si me siento culpable cuando algo me sale mal “Porque yo soy así”, o soy capaz de externalizar el problema y hacerme responsable de producir cambios. Esta dimensión tiene que ver con la autoestima.

“Las personas pesimistas frente a cualquier amenaza o riesgo creen estar indefensas. Al intentar explicar las causas de las situaciones lo hacen en un estilo atribucional permanente, penetrante y personal, y esto a su vez genera desamparo: esperan ser siempre desamparadas. O sea que frente a situaciones similares volverán a quedar indefensas”...

El estilo atribucional se adquiere en la infancia a través de tres grandes vías:

· El análisis causal cotidiano, más optimista o más pesimista, que el niño o la niña observaron modelar a sus padres.

· El tipo de crítica que los adultos (padres, maestros, modelos, etc.) realizaban de él o ella. Las etiquetas que nos ponían: “la tonta”, “el torpe”, etc.

· La realidad de pérdidas o traumas en períodos críticos del desarrollo.

Cuando fallamos en algo todos nos sentimos desamparados y nos deprimimos, por lo menos momentáneamente. Pero los optimistas se recuperan más pronto, a poco de haber fallado se recomponen y vuelven a intentarlo. Los pesimistas ven la derrota como algo permanente y penetrante, se deprimen y siguen desamparados por largo tiempo, dejan pasar el tiempo y no vuelven a intentarlo.

El estilo explicativo o atribución causal funciona para individuos o grupos de individuos: equipos, instituciones, comunidades, nacionalidades.

Experimentos realizados con animales por Madelon Visintainer mostraron que aquellos que habían aprendido tempranamente a ser desamparados debilitaban sus defensas inmunológicas.

Estudios realizados con sujetos mostraron que en los estados depresivos prolongados se agotan las catecolaminas, cuando esto sucede aumentan las endorfinas, el sistema inmunológico lo detecta y reduce su funcionamiento, dejando a la persona más expuesta a enfermedades.

Las personas pesimistas se deprimen con más facilidad y más a menudo, por lo tanto cuentan con una menor actividad inmunológica.

Las personas optimistas no sólo mantienen más alertas sus defensas inmunológicas, se muestran más activas frente a las dificultades, toman más desiciones y adoptan mayor cantidad de medidas para crearse una red de apoyo afectivo y social.

REFERENCIA:
Seligman, Martin (1991). El optimismo es una ventaja y un placer que se adquiere. Buenos Aires. Atlántida.

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