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sábado, 18 de diciembre de 2010

Trastorno Bipolar

El trastorno bipolar (antes llamado maníaco depresivo) consiste en cambios en el estado de ánimo que oscilan entre dos polos opuestos, alternando entre depresión y manía o hipomanía. Todo el mundo tiene altibajos en su estado de ánimo y es normal sentirse a veces animado y alegre y otras veces más triste y taciturno. En el trastorno bipolar, sin embargo, estos cambios son exagerados o totalmente fuera de lugar en relación con los acontecimientos que están teniendo lugar en sus vidas y afectan a la conducta, el pensamiento, los sentimientos, la salud física y el funcionamiento general de estas personas.

Suele comenzar entre los 20 y 30 años de edad, generalmente con un episodio depresivo (en el 75 % de las mujeres y el 67% de los hombres)y puede haber varios episodios depresivos antes de que aparezca un episodio maníaco. Entre un episodio y otro suele haber periodos de normalidad, aunque existen diferencias según cada persona: por ejemplo, a veces no hay periodos de normalidad, sino estados depresivos y maníacos que varían en intensidad y gravedad; otras veces predomina un estado depresivo constante cuyos síntomas varían en intensidad, interrumpidos por algunos episodios maníacos o hipomaníacos. Por término medio suelen tener unos 10 episodios de manía o depresión durante toda su vida, aunque sin tratamiento la frecuencia aumenta con la edad. Los episodios pueden durar días, semanas, meses o incluso años. Por término medio, los episodios maníacos, sin tratamiento, duran unos pocos meses y la depresión unos seis meses. En muchos casos es estacional: la depresión es más frecuente en otoño e invierno y la manía en primavera o verano.

Después de un episodio maníaco
Su vida puede haberse convertido en un caos tras uno de estos episodios. Puede haber perdido su trabajo, su pareja y tener deudas excesivas que no sabe cómo pagar. Sus amigos y conocidos le miran de forma extraña y puede sentirse avergonzado y culpable por haber hecho cosas de las que se arrepiente y que jamás habría hecho en su estado normal. Es bastante común que los pacientes bipolares con sentimientos de culpa cometan suicido. De hecho un 10- 15 % de personas bipolares se suicida.

¿Cuáles son las diferencias entre depresión bipolar y depresión unipolar?
Los síntomas son bastante parecidos, pero suelen darse algunas diferencias. En la depresión unipolar es común la agitación psicomotora, pérdida de peso e insomnio, mientras que en la depresión bipolar es más común el retardo psicomotor (extrema lentitud de pensamiento y movimiento). La depresión bipolar tiene más probabilidades de presentarse con síntomas psicóticos, dura más tiempo y está más asociada con el intento de suicidio. En la depresión unipolar pueden utilizarse antidepresivos, mientras que en la bipolar el uso de antidepresivos puede ocasionar un episodio maníaco y aumentar la frecuencia de los episodios. En la depresión unipolar es frecuente que se den problemas de insomnio, mientras que en la bipolar suelen dormir muchas horas y aún así se sienten cansados.

Hay varios tipos de trastorno bipolar
-Bipolar I: se dan episodios maníacos y depresivos.
-Bipolar II: sufren principalmente de episodios depresivos con episodios ocasionales de hipomanía.
-Ciclotimia: periodos de hipomanía alternando con depresión moderada durante al menos dos años. Es menos severa pero más persistente. Los cambios son frecuentes, dándose cada pocos días o semanas. Pueden ocasionar problemas debido a su naturaleza impredecible. Por ejemplo, un día se siente lleno de energía para comenzar un nuevo proyecto, pero a los pocos días se deprime y piensa que no vale la pena seguir adelante y que no logrará nada de lo que se proponga. El tratamiento suele consistir en psicoterapia, no siendo necesaria la medicación. En algunas personas es el precursor de un cuadro más grave mientras que en otras se mantiene en este estado más leve.
-Ciclo rápido: tienen 4 o más episodios al año en cualquier combinación de manía, hipomanía, mixto o depresivo. Se da en el 5-15 % de los bipolares. A veces también se dan ciclos ultrarrápidos, con más de 4 episodios a la semana.
- Mixto: síntomas de manía y depresión que ocurren simultáneamente o alternan con rapidez durante el mismo día. Es decir, episodios maníacos con estado de ánimo muy triste o irritable.

Prevalencia
Se da por igual en ambos sexos, aunque en las mujeres es más frecuente el ciclo rápido, sufren más depresiones y más manías disfóricas (estado mixto) y más hipotiroidismo debido al tratamiento con litio. Algunos datos:
- Por término medio, estas personas son mal diagnosticadas durante unos 8 años y alrededor del 60% no recibe el tratamiento adecuado.
- Más del 50 % abusa de alcohol y drogas durante su enfermedad.
- El 60 % de las mujeres que se quejan de síndrome premenstrual, en realidad tienen una depresión crónica que puede ser bipolar o unipolar y que se agrava antes de la menstruación.
- Las mujeres con depresión posparto tienen más probabilidades de tener una depresión bipolar que unipolar.
- Los adolescentes que tienen una depresión con síntomas psicóticos casi con toda seguridad son bipolares.

Causas
Aunque no se conoce exactamente el mecanismo que da lugar a este trastorno, sí se sabe que las causas son múltiples: genéticas, psicológicas, ambientales, emocionales. Los familiares de pacientes bipolares tienen más probabilidades de tener trastornos del estado de ánimo, como depresión o trastorno bipolar. Un gemelo idéntico de un bipolar tiene tres veces más probabilidades de ser bipolar que cualquier otro hermano (80% para los gemelos idénticos frente a 16% para los hermanos no gemelos). Se hipotetiza que estas personas heredan cierta vulnerabilidad que las hace más sensibles y susceptibles al estrés físico y emocional debido a una falta de estabilidad en la transmisión de los impulsos nerviosos al cerebro. Sin embargo, para que aparezca el trastorno no basta con heredar esta disposición sino que además es necesario que se den unas determinadas circunstancias en la vida de esa persona que desencadenen los episodios. Sobre todo los episodios maníacos suelen ser desencadenados por un acontecimiento estresante. Aquí hay que tener en cuenta que lo que es estresante para una persona puede no serlo para otra, por lo que lo importante no es el acontecimiento en sí mismo, sino el hecho de que la persona lo interprete como estresante.

¿Cómo es un episodio maníaco?
Suele comenzar con una sensación agradable de alta energía, creatividad y facilidad en situaciones sociales que rápidamente aumenta hasta estar fuera de control. "Las ideas se vuelven demasiado rápidas y son demasiadas, la abrumadora confusión reemplaza a la claridad; no puedes recordar. El humor contagioso deja de divertir, tus amigos se asustan. Estas irritable, enfadado, amenazador, desconfiado y atrapado...", comenta una persona bipolar.

Durante la manía, el estado de ánimo es irritable, expansivo o eufórico. Sienten que pueden hacer cualquier cosa que se propongan, su autoestima es altísima, se creen grandiosos, como si estuvieran en la cima del mundo.

Exagerada sensación de poder, importancia y grandiosidad. O bien pueden estar muy irritables, se enfadan por cualquier motivo y tiene estallidos emocionales, pasando súbitamente del regocijo a la ira.

Gran actividad, quieren hacer muchas cosas, pero su atención cambia fácilmente de un tema a otro. En un momento dado pueden querer hacer deporte y al otro quieren coger un avión a cualquier sitio. Muy impulsivos, con dificultad para controlar sus impulsos, tienen un juicio pobre a la hora de tomar decisiones que los lleva a realizar actividades poco realistas. Pueden gastar grandes cantidades de dinero, tener una conducta temeraria y hacer inversiones absurdas. Hablan sin parar, en voz alta y con gran rapidez, saltan de un tema a otro y es difícil seguirlos. Los pensamientos pasan a gran velocidad por su mente. "El ruido en mi cabeza, que es una combinación de uno o dos trozos de ideas o frases, música y canciones, además de un ritmo repetitivo que es casi como si mi cerebro fuese un tambor, más palabras o cadenas de palabras, frases, galimatías..." cuenta Marcia.

Su necesidad de sueño está disminuida, sin sentir ninguna fatiga incluso después de haber dormido muy poco.

Deseo sexual aumentado. A veces puede aparecer conducta sexual inapropiada.

En algunos casos puede haber síntomas psicóticos como alucinaciones (ver o escuchar cosas que no existen) o delirios (creer firmemente cosas que no son verdad, como que alguien le persigue y espía).

Hipomanía
"Al principio es increíble. Las ideas son rápidas como estrellas fugaces que siguen hasta que otras más brillantes aparecen. Toda la timidez se esfuma, los gestos y palabras apropiadas están de repente ahí. La gente y las cosas que no tenían interés se vuelven interesantes. La sensualidad lo invade todo; el deseo de seducir o ser seducido es irresistible. Te llenas hasta la médula de increíbles sentimientos de facilidad, poder, bienestar, omnipotencia euforia, puedes hacer cualquier cosa..."
La hipomanía es un estado más leve que la manía, con síntomas similares pero menos severos. El estado de ánimo es eufórico o irritable. Están absolutamente seguros de sí mismos, su pensamiento se ve acelerado y pueden llegar a ser realmente ingeniosos y divertidos. Necesitan dormir poco y se comprometen en actividades incesantes, hablan mucho, van de un lado a otro, hablan por teléfono, quedan con amigos, trabajan en varias cosas a la vez y no paran ni un solo momento.

Al principio resultan interesantes pero enseguida revelan su egocentrismo, no dejan hablar a los demás, no toleran las contradicciones o las críticas y se muestran dominantes y dictatoriales. Gastan dinero en exceso y se pueden involucrar en actos sexuales promiscuos y en excesos alcohólicos. Dicen encontrarse estupendamente y no necesitar ayuda. Pero es posible que sí busquen ayuda durante la depresión. Son productivos en el trabajo y no suelen meterse en problema serios.

El tratamiento: medicación, psicoterapia y educación
El tratamiento consiste en medicación, psicoeducación y psicoterapia.

Medicación: el fármaco más utilizado es el litio, que es un estabilizador del estado de ánimo. Entre un 20 y un 40 % no responde a este tratamiento y cierto número de pacientes no lo tolera debido a los efectos secundarios. Con estos pacientes suele utilizarse otros fármacos diferentes.

Psicoterapia: cuando se produce un episodio, la vida del paciente y de su familia puede quedar completamente dislocada y lo principal es volver a ordenar las cosas de nuevo.

Educación: El primer paso consiste en informar al paciente y su familia sobre esta enfermedad. Esto dará lugar a una gran cantidad de emociones, miedos e interrogantes que el psicólogo tendrá que ayudar a superar. Muchas personas tienden a negar lo sucedido, prefieren olvidar y actuar como si no hubiera pasado nada. Pero esto constituye un gran error ya que es muy probable que el episodio vuelva a repetirse y conviene estar preparados. El terapeuta tendrá que ayudarles a integrar esta experiencia y esto se logra promoviendo un diálogo familiar abierto. Durante la psicoterapia se ayuda al paciente a mejorar las estrategias de afrontamiento de acontecimientos estresantes (y a identificar dichos acontecimientos), manejar adecuadamente el estrés, entrenamiento en resolución de problemas, habilidades de comunicación, entrenamiento en el control de los impulsos, etc.

La terapia cognitiva es una del más apropiadas para estas personas. Consiste en enseñar al paciente a controlar sus estados de ánimo y sentimientos de forma que sea capaz de cambiarlos en el momento en que detecte que están empezando a aparecer sentimientos o pensamientos inadecuados (cuando se acerca un episodio). Esto se consigue ayudando al paciente a ser consciente de cómo está interpretando los acontecimientos que suceden en su vida y de cómo esta interpretación influye en su estado de ánimo, al tiempo que se le enseña a detectar las interpretaciones no realistas y cambiarlas por otras más realistas que no den lugar a sentimientos exagerados.

En definitiva, lo más importante en el tratamiento psicológico es enseñar al paciente a detectar los primeros signos y enseñarle técnicas que pueda utilizar para controlarlos. Si además posee habilidades para manejar adecuadamente el estrés y resolver eficazmente los problemas de su vida, y utiliza la medicación adecuada, estará suficientemente equipado como para poder llevar una vida normal y productiva.

Qué puedes hacer si te han diagnosticado un trastorno bipolar
Además de buscar ayuda profesional, que es lo más importante, también puedes hacer lo siguiente:
-Aprende todo lo que puedas sobre tu enfermedad.
-El apoyo de tu familia es importante pero tendrás que entender que no es fácil para ellos. Anímalos a aprender todo lo posible.
-Mantén un patrón de sueño estable. Vete a dormir siempre a la misma hora y levántate a la misma hora. Un patrón inestable puede desencadenar un episodio.
-Mantén un patrón regular de actividad.
-No utilices alcohol ni drogas. Estas sustancia pueden desencadenar un episodio. No trates de controlar tus problemas de sueño y de otro tipo con drogas y alcohol. Busca ayuda profesional.
-Procura evitar la cafeína, el tabaco y otras sustancia que se consumen diariamente en pequeñas dosis. Evita también el uso de medicamentos para resfriados, dolores de cabeza y otros pequeños síntomas .Incluso pequeñas cantidades de estas sustancias pueden interferir con tu sueño, estado de ánimo o medicación y ser la gota que colme el vaso.
-Trata de reducir el estrés en tu vida y trabajo. Mantén un horario fijo y atente a él.
-Los primeros síntomas que indican que se aproxima un episodio son diferentes para cada persona. Aprende cuáles son los tuyos y busca ayuda cuando aparezcan. Los signos más comunes son ligeros cambios en: el estado de ánimo, sueño, energía, autoestima, interés sexual, concentración, disposición para emprender nuevos proyectos, pensamientos de muerte e incluso cambios en la forma de vestir. Presta especial atención a un cambio marcado en el patrón de sueño, ya que este suele ser un indicio habitual de que se acerca un episodio. Pídele a tu familia que vigile la parición de este tipo de signos ya que es posible que tú no te des cuenta.
-Mantén un diario en el que anotes tus sentimientos, actividades, medicación, efectos secundarios, patrón de sueño y acontecimientos vitales importantes.

Esto te ayudará a conocer los signos que preceden a un episodio y la influencia de los acontecimientos de tu vida en ellos. Puede venirte bien utilizar una escala de estado de ánimo que vaya de cero (completamente deprimido) a diez (completamente maníaco). Anotar la medicación que tomas y sus efectos secundarios te ayudará a descubrir, junto con tu médico, cuál es el mejor para ti de todos los fármacos usados en estos casos.

Qué pueden hacer los familiares
Infórmate sobre el trastorno bipolar, conoce los signos que preceden uno de sus episodios, anima al paciente a seguir el tratamiento y evitar el uso de alcohol o drogas.

Cuando esté estable haced planes de cómo vas a actuar si aparece otro episodio: impedirle el acceso a tarjetas de crédito, las llaves del coche, etc.

Si sois varios miembros en la familia haced turnos para cuidar del paciente; que no recaiga todo el peso en una misma persona siempre. Cuando se esté recuperando de un episodio deja que vaya a su ritmo. No esperes demasiado ni demasiado poco. Es decir, no le empujes demasiado ni seas excesivamente protector. Trátalo con normalidad una vez recuperado, pero vigila la aparición de síntomas. Si aparece una recaída es posible que tú lo notes antes. Habla con él o ella. Hablad para conocer las diferencias entre un día de buen humor y la hipomanía, y entre un día malo y la depresión. Recuerda que, como cualquier otra persona, tendrá días buenos y días malos que no son parte de la enfermedad. Busca grupos de apoyo: personas en tu misma situación con quienes compartir tus sentimientos y preocupaciones.

Estudios recientes: la influencia del ácido graso omega-3
El doctor Andrew Stoll, director del laboratorio de investigación psicofarmacológica en Harvard, estudia los efectos del ácido graso omega-3 en el tratamiento del trastorno bipolar. Mientras investigaban para encontrar otras alternativas al litio y fármacos semejantes, buscaron compuestos que tuviesen un efecto similar a ellos. Así fue como se toparon con el ácido graso omega-3. Comprobaron que su efecto era comparable e incluso superior al del litio u otros fármacos convencionales, pero sin ningún efecto secundario. Tras cuatro meses de investigación, solamente una persona de cada 14 que tomó omega-3 había recaído, mientras que en el grupo control (pacientes bipolares a los que les dieron aceite de oliva en vez de omega-3) habían recaído dos tercios. Según piensa Stoll, los ácidos grasos omega-3 funcionan haciendo más permeable la membrana de las células nerviosas, lo cual permite que la transmisión del impulso nervioso de una célula a otra sea más adecuado. Por el contrario, las grasas saturadas vuelven las membranas menos permeables. En EEUU se ha visto que el aumento de los índices de depresión correlaciona con la disminución progresiva de omega-3 en la dieta a lo largo del siglo XX. Las personas deprimidas tienen menos cantidad de omega-3 en su organismo que el resto de las personas. Los ácidos grasos omega-3 utilizados en la investigación proceden de aceite de pescados ricos en grasas, como salmón, sardina, caballa, arenque, atún y anchoas. El omega-3 procedente del aceite de linaza no es aconsejable porque puede ser peligroso en dosis altas. Stoll y su equipo aún continúan realizando investigaciones sobre estos ácidos grasos en pacientes bipolares, deprimidos y autistas. La mayoría notan mejoría entre 1 y 3 semanas después de comenzar el tratamiento.

Creatividad y enfermedad bipolar.
Se ha visto que ciertas formas de enfermedad psiquiátrica en una persona con talento puede fomentar su creatividad. Muchos han sido los grandes artistas que han padecido un trastorno bipolar. Entre ellos se encuentran Virginia Woolf, Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Dylan Thomas, Anne Sexton, Samuel Becketh y Sylvia Plath. Virginia Woolf tenía depresiones profundas que aparecían en primavera. Se sentía fracasada, se negaba a comer y rechazaba toda compañía. Alternando con sus depresiones aparecían episodios de hipomanía o manía que podían llegar a tener síntomas psicóticos. En la primavera de 1941 se suicidó. Escribir le permitió tener control sobre su enfermedad y dar sentido al caos que poblaba su mente, siendo su escritura un ejercicio terapéutico, al tiempo que su enfermedad era también la fuente de su propia creatividad.

Trastorno bipolar en la infancia
Sara tiene 12 años. Ha estado deprimida durante unos seis meses. Solía estar tumbada e irritable, empeoró en sus estudios y dejó de ver a sus amigos. Después, durante unos días comenzó a salir de ese estado; llamó a sus amigos, volvió a hacer antiguas actividades que le divertían y estaba más interesada en el colegio. Pero poco después, los demás notaron que estaba más animada de lo normal. Llamó a 10 de sus amigos para ver si podían venir y la mayoría lo hizo. Empezaron un juego y pronto vieron que Sara actuaba de forma extraña. No paraba de reír, cambiaba las normas del juego a su antojo, se puso los calcetines en las orejas y empezó a bailar por toda la habitación. A sus amigos no les hacían gracia sus bromas, pero ella seguía riendo sin cesar a pesar de ser la única que lo hacía. Cuando le dijeron que eso no era divertido, ella se enfadó y los echó de casa. Durante el fin de semana despertó a sus padres en plena noche tocando el piano, cada hora aproximadamente iba hacia ellos a toda prisa para decirles algo que había olvidado. Se reía tanto que apenas la entendían. En el colegio la echaron de clase por actuar como si tuviera dos años y molestar a sus compañeros. Esto duró una semana, después fue volviendo poco a poco a su estado deprimido habitual. Había tenido un episodio hipomaníaco. Justin tenía 11 años cuando la profesora llamó a su madre diciendo que había tenido que llevarlo dos veces a ver al director. Cuando llegó a casa entró como una flecha gritando algo acerca de una gran idea. Saltó desde lo alto de la casa a un arbusto cercano con una tabla de madera en la mano. Cuando su madre le preguntó qué hacía le dijo algo acerca de lanzaderas espaciales y pistas de aterrizaje. Ella le dijo que volviese a casa y él le dio un puñetazo en el estómago diciendo: "de eso nada, puta" y se alejó en su bici. Durante los tres días siguientes lo echaron del autobús, rompió su bici, casi prende fuego a la casa haciendo un pastel a las tres de la mañana, llamó por teléfono a sus amigos en mitad de la noche, se cortó parte del pelo, se bebió cuatro latas de cerveza y acabó dando saltos en el techo de un coche de policía antes de que se lo llevaran al hospital. Había tenido un episodio maníaco. Algunos estudios recientes sugieren que la enfermedad bipolar podría aparecer incluso a los 7 años de edad. Los síntomas de los niños son diferentes a los de los adultos y suelen ciclos más rápidos. Este trastorno suele confundirse con el trastorno de hiperactividad. "Si un niño tiene una historia familiar de trastornos en el estado de ánimo y/o alcoholismo y manifiesta un patrón de hiperactividad, irritabilidad, cambios de humor y prolongadas rabietas, entonces el trastorno bipolar tendría que ser considerado como un posible diagnóstico", dice Elizabeth Weller, psiquiatra del hospital infantil de Filadelfia. En los niños es más frecuente que, durante la fase maníaca, estén irritables y tengan estallidos emocionales destructivos, dificultad para dormir, hablan mucho y rápido, cambios frecuentes de humor, aumento de la conducta arriesgada, y también pueden tener ideas exageradas de habilidad e importancia. Cuando están deprimidos se quejan de dolor de cabeza, dolores de estómago, cansancio, rinden poco en la escuela, su comunicación es pobre, están irritables y son extremadamente sensibles al rechazo o al fracaso. Después del episodio maníaco las cosas no son fáciles para ellos. Suelen perder a sus amigos y ser rechazados. Su desarrollo psicológico se ve afectado. En algunos aspectos son inmaduros, mientras que en otros son más maduros, debido al sufrimiento que atraviesan. Es como si un tornado arrasara su vida cada cierto tiempo de un modo impredecible y algunos pueden pensar que no vale la pena empezar de nuevo porque todo se volverá a venir abajo después. El 20% intenta suicidarse. La irritabilidad que a menudo acompaña a la depresión infantil suele suscitar en los demás rechazo y antipatía hacia ellos. En el caso de Justin, sus padres lo culparon por estar enfermo, su hermana le tenía miedo y en la escuela querían que alguien lo supervisase continuamente por si volvía a suceder. En cuanto Sara, sus amigos la consideraban rara y se alejaron de ella. Dejó de jugar al baloncesto, empeoró en la escuela y empezó a fumar. Cuando dijo que iba a suicidarse la llevaron a un médico que, sin tener en cuenta que era bipolar, le recetó antidepresivos. Tras una semana de medicación estaba tan inquieta que no podía estar tranquila un instante. A su perro le rompió las cotillas de una patada y cuando volvió a casa del hospital dijo que no tomaría un fármaco nunca más. Sus padres la empujaron a hacer actividades: escritura, teatro, baloncesto, amenazándola con llevarla al hospital si no las hacía. Poco a poco pudo ir saliendo de su estado depresivo.

Pérdida y reparación

“QUIERO OLVIDAR Y NO PUEDO”... Esto es frecuentísimo en personas que han estado envueltas en algún acontecimiento doloroso: pérdida de seres queridos, o de una relación amorosa, situación laboral frustrante, etcétera.

Esta expresión pudiera parecer adecuada, porque es muy lógico para esa persona querer olvidar el acontecimiento causante de ese dolor moral. Para ella esto es normal. Y ahí radica precisamente lo anormal de la expresión.

El ser humano olvida cuando está enfermo del cerebro de manera irreversible o de forma reversible a causa de una enfermedad local del propio órgano o de las sustancias que a él llegan. Es lo que sucede en los ancianos dementes o arterioescleróticos cuya memoria de fijación está deteriorada, conservándose en cierta medida la memoria de evocación, es decir, la que le permite recordar hechos pasados. Al avanzar la enfermedad, esta memoria también sufre un deterioro significativo.

El ser humano olvida aquellos estímulos que no fueron capaces de dejar una huella en el cerebro para ser evocada. Un ejemplo de ello es que nadie seguramente puede memorizar las vestimentas de todas las personas con las que se tropezó durante el día de hoy; o el color de los ojos de quien nos pasó por delante en la tercera calle de nuestro recorrido. No recordamos tales hechos porque no les prestamos la debida atención, pues no eran de nuestro interés y por tanto, los estímulos no dejaron huella alguna. Sería agotador para el cerebro almacenar toda la información recibida sin discriminación.

Ahora bien, cuando un estímulo, un hecho, es lo suficientemente significativo, usted no lo puede ni lo podrá olvidar nunca más. A no ser que comience a padecer una enfermedad cerebral de las que hice referencia: no se le olvida nunca mientras esté sano su cerebro el nacimiento de un hijo, aunque ya no sienta los dolores de parto; no se le olvida su primer amor, aunque ella o él hicieran sus respectivas vidas; no se le olvida su primer maestro, aunque hoy esté fallecido; no se le olvida cuando se divorció, aunque ya el malestar de ese momento no existe; no se le puede olvidar el fallecimiento de su ser querido, aunque se sonría, ría a carcajadas o haga bromas hoy que han transcurrido varios años de ese suceso doloroso.

La única forma que existe de no recordar algo es que nunca hubiera ocurrido en nuestras vidas. Por tanto, la estrategia no es querer olvidar lo sucedido sino recordarlo de otro modo. ¿Por qué es menester evocar los sufrimientos de mi ser querido antes de fallecer y no sus buenas cualidades, su carácter, su forma de ser conmigo, los años pasados juntos?

¿Por qué rememorar tristemente a la pareja que perdí y no complacerme por haberla tenido? Por tanto, no se empeñe en olvidar lo que es inolvidable.
Recuérdelo de una diferente manera y el tiempo también le ayudará.

La depresión en el anciano

“LO QUE ÉL TIENE ES PROPIO DE LA VEJEZ”... Esta afirmación me hace pensar que para un buen número de personas esa etapa de la vida llamada vejez, tercera o cuarta edad, ancianidad y otras denominaciones, es un gran saco en el que todo cabe o es una tierra de nadie donde todo está permitido y todo es “normal”. Y eso es un grave error.
No pretendo dar una explicación de lo que es una vejez normal, pero sí quiero reflexionar sobre una condición muy frecuente en esta etapa y que si no se detecta a tiempo y se trata adecuadamente trae enorme sufrimiento a quien la padece, a sus familiares y puede, si alcanza una intensidad grave, terminar con la vida del anciano. Y esa condición mórbida, común y mal diagnosticada y peor tratada, es la depresión.
La depresión en el anciano puede tener diversas formas de presentación y no es mi interés brindar una clasificación académica de este trastorno, sino proporcionar una guía para que cualquier persona pueda pensar en esta posibilidad ante un anciano con los síntomas a los que me referiré. Paso a describirlos:
I. Depresión que se presenta como el envejecimiento normal.
En este caso el anciano muestra disminución del interés por las cosas que habitualmente lo despertaban, de la vitalidad, de la voluntad; tendencia a revivir el pasado, pérdida de peso, trastornos del sueño, algunas quejas por falta de memoria, tiende al aislamiento y permanece la mayor parte del tiempo en su habitación. (Para muchos este cuadro es propio de la vejez y no una depresión tratable.)
II. Depresión que se presenta como envejecimiento anormal.
En el anciano aparecen diversos grados de desorientación en lugar, en tiempo y con respecto a sí mismo y a los demás: confunde a las personas conocidas, es incapaz de reconocer lugares; aparece deterioro de sus habilidades y costumbres, relajación esfinteriana, esto es, se orina y defeca sin control alguno, trastornos de la marcha que hacen pensar en una enfermedad cerebrovascular, trastornos de conducta como negarse a ingerir alimentos, etc. (Para muchos este cuadro es propio de una demencia con carácter irreversible y no una depresión tratable.)
III. Depresión que se presenta como una enfermedad física, somática u orgánica.
El anciano se queja de múltiples síntomas físicos, como dolores de espalda, en las piernas, en el pecho, cefaleas. Puede quejarse también de molestias digestivas como digestión lenta, acidez, plenitud estomacal sin haber ingerido alimentos que lo justifiquen; tiende a tomar laxantes, antiácidos y otros medicamentos para sus molestias gastrointestinales; refiere pérdida de la sensación del gusto, falta de apetito y disminución del peso, problemas cardiovasculares como palpitaciones, opresión, falta de aire, etcétera. (Para muchos este cuadro es propio de alguna enfermedad del cuerpo y no una depresión tratable.)
Como se evidencia, no es conveniente atribuir cualquier síntoma del anciano a su vejez, a los achaques de la misma, a una demencia o a una enfermedad física, pues puede ser la manifestación de una depresión tratable y, por tanto, puede el anciano recuperar su vitalidad y el resto de las funciones comprometidas. Si no se diagnostica adecuadamente, se puede hacer crónica y en el peor de los casos, termina su vida con el suicidio.

Psicoterapia de inhibición recíproca

Joseph Wolpe se basa en que los síntomas neuróticos son hábitos adquiridos por aprendizaje y deben ser eliminados por medio de técnicas que anulen ese aprendizaje.

Toda excitación neural estimula a las neuronas efectoras, las cuales originan una respuesta motora que debe descargar la excitación con o sin actividad consciente, si la conducta obtiene la descarga de la excitación, se producirá el aprendizaje y el organismo tenderá a repetir esa conducta cada vez que la excitación aparezca, dando origen así a la formación de hábitos.

El componente decisivo es la angustia, respuesta del sistema nervioso frente a estímulos dañinos o fenómenos que lo amenacen. La angustia se une a circunstancias coincidentes con él como respuesta condicionada.

Wolpe cree que la angustia puede ser también producida por conflictos irresueltos. El sujeto neurótico ha aprendido a reaccionar con angustia ante objetos o situaciones neutras. Esa angustia da origen a una serie de otros síntomas que son intentos de evitarla o huir de ella (fobias, obsesiones, adicciones, perversiones, manifestaciones histéricas, etc.).

La terapéutica está dirigida a conseguir que el paciente “desaprenda” las secuencias establecidas, que logre extinguir las reacciones normales aprendidas. Wolpe provoca la inhibición recíproca con la repetición del acontecimiento productor de la patología asociando a la respuesta aprendida que quiere eliminar, una respuesta antagónica que reemplazará poco a poco a la antigua.

El método más usado es una progresiva extinción de la angustia por medio de la exposición del paciente al estímulo, se le pide al sujeto vivir imaginariamente una escena de las que le produciría angustia, se insiste en la relajación psicofísica hasta que vuelva la calma, y se repite la experiencia hasta que el componente angustioso no aparezca.

En la misma sesión se induce al paciente a imaginar vívidamente otra escena más angustiante aún y se renueva el procedimiento “desensibilizándolo” progresivamente. Este “descondicionamiento” actúa luego en la vida real y el paciente se va así liberando de sus síntomas.

Como hemos visto, se trata de un entrenamiento relacionado con los reflejos condicionados.