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viernes, 26 de noviembre de 2010

¿Qué lleva a un muchacho a matar?

¿Qué puede llevar a un muchacho a matar?

“¿Crees que encontraremos otro colegio?”, le preguntó Tim Kretschmer al conductor del automóvil que había secuestrado luego de que disparara en la cabeza a nueve estudiantes y tres profesoras del colegio Albertville, en Winnenden (Alemania). Lucía tranquilo. Tenía 17 años y una pistola Beretta. Buscaba otra escuela, pero la policía lo encontró antes. Asesinó a dos personas más y se suicidó. Le gustaban las armas. Tres semanas antes había practicado con su padre en una escuela de tiro.

Ese mismo día, 11 de marzo, en Alabama, Estados Unidos, otro joven, Michael McLendon, de 28 años, asesinó —también antes de suicidarse— a su madre, a los perros de esta, a su abuela, a tres familiares, a un bebe y a tres personas más. Tenía dos rifles de asalto y una pistola de calibre 38. En casa guardaba un listado de nombres de personas con las que no se llevaba bien. Un día antes había comprado las municiones. McLendon era una persona infeliz, dice la policía.

Mientras el mundo se horrorizaba ante estos crímenes sin móvil aparente, en Chimbote enterraban a la niña de 8 años que fue secuestrada y asesinada por su prima y el enamorado de esta: Leslie Caballero, de 20 años, y Max Egúsquiza, dos años menor, estudiante de Medicina. Fue él quien la ahorcó luego de cobrar el rescate, con el que pagó parte de su ciclo universitario.

¿Qué ocasiona que un joven —aparentemente normal— asesine sin piedad a otra persona? La disponibilidad de armas, la marginación, el resentimiento y la humillación constituyen un coctel fatal en jóvenes que tienen poca tolerancia a la frustración.

“Los que tienen un trastorno disocial de la personalidad son los más propensos a estos actos. De niños mienten con frecuencia o hurtan o se escapan de la casa. Muchos padres no se dan cuenta a tiempo, pero en la juventud se refuerzan estas actitudes. Son agresivos, impulsivos, rebeldes y no tienen remordimiento”, explica la doctora Silvia Rojas, psicóloga de la Dinincri.

Estas características son también muy comunes en la adolescencia. ¿Qué los convierte en despiadados agresores? “La ausencia de afecto”, asegura Rojas. “Esos jóvenes carecen de parte afectiva”. La psicóloga explica que muchas veces los padres no se percatan de los trastornos de sus hijos: “Quiebran hojas hasta destrozarlas, pero nadie les dice nada. Creen que es gracioso; no les explican que es un ser vivo”.

El psicoanalista Moisés Lemlij sostiene que estos actos son impredecibles. “La solidez de las estructuras sociales y la no disponibilidad de armas facilitan que estos no ocurran en nuestros países, pero siempre habrá alguien lo suficientemente trastornado para transgredir las normas”, dice.

El analista alemán en temas de violencia Rolf Pohl opinó: “Las amenazas van a ser cada vez más frecuentes porque se ha creado una tendencia”. Asegura que las conductas imitativas son frecuentes en jóvenes y adolescentes.

Allá o acá, los actos criminales se asemejan (masacres, extorsiones y secuestros).

Parece que siempre habrá alguien dispuesto a emularlos. “Hay un efecto de copia en personas sensibles. La gente tiene fascinación por la violencia, pero cuando hay un control social eficaz las personas tienen menos facilidad para expresarla. Cada país encuentra su propio estilo de violencia. En EE.UU. es así por la cantidad de armas”, advierte Lemlij.
¿QUIÉN ES EL CRIMINAL?

Tanto Tim Kretschmer como los anteriores jóvenes asesinos de Alemania y EE.UU. compartían su gusto por juegos de video como Counter Strike. “Estos promueven la agresión, los obsesionan y los hacen perder el sentido de la realidad”, sostiene Rojas.

Pero obviamente no todos los usuarios de este videojuego asesinan. Desde hace siglos la sociedad intenta desesperadamente identificar el perfil de un criminal. La primera propuesta surgió en Europa, en 1876, de la mano del médico italiano Cesar Lombroso.

En su libro “El hombre delincuente” —un documento ya desfasado— estandariza según las características físicas los orígenes de la conducta delictiva. Lombroso creía que existían 18 características en un criminal: desviación en la forma de la cabeza, asimetría de la cara, mandíbula enorme y pómulos salientes, defectos en el ojo, orejas demasiado grandes o muy pequeñas, nariz torcida o con orificios hinchados, labios carnosos y ojeras. Una visita al penal de Lurigancho refutaría esta hipótesis.

SOCIEDADES ENFERMAS

¿Si todo ser humano tiene un instinto tanático por qué no todos cruzan la línea? “Hay factores psicológicos y sociales. Las familias en sociedades desarrolladas están desestructuradas. Hay una ausencia de los padres. Pueden estar presentes pero no psicológicamente”, explica Freddy Vásquez, psiquiatra del hospital de salud mental Honorio Delgado. A su vez, Rojas señala que “los trastornos son frecuentes en familias laxas o demasiado rígidas”.

Los crímenes sin móvil aparente se han multiplicado en países del Primer Mundo. En ellos se ha logrado contener la delincuencia común, pero los episodios de violencia inexplicable se han incrementado. “En sociedades tan rígidas como la alemana, que enseña a controlar las emociones, las frustraciones son más profundas y las explosiones más violentas”, dice Christian Pfeiffer, de un instituto criminológico germano.

En los países desarrollados se imponen altos estándares de competitividad y se desarrollan sentimientos de fracaso entre los ciudadanos que no logran adaptarse. “Pareciera que la sociedad es totalmente indiferente a este malestar”, dice Vásquez. Lemlij sostiene que el avance tecnológico y la facilidad para acceder a este no son acompañados en ninguna de estas sociedades con un fomento de la comprensión y del entendimiento, ni con el impulso a conductas éticas. “No creo que ahora haya más malos que antes, sino que ellos ahora tienen más posibilidades de hacer daño”, asegura el psicoanalista.

El desarraigo en las relaciones personales y familiares caracteriza nuestro desarrollo. “Los chicos viven solo conectados a las computadoras”, dice Freddy Vásquez. Ya hace varios años Saramago lo había advertido: “Estaremos conectados con el mundo, pero completamente solos”.

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