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sábado, 29 de enero de 2011

Por qué la música nos hace sentir bien

Un estudio publicado en la Revista Neurociencia Natural revela que la música libera sustancias químicas cerebrales que resultan ser las responsables del buen o mal estado del ánimo. Muchos de los compuestos químicos que se liberan, entre ellos, la dopamina, está vinculada a la música y esta se libera cuando escuchamos la música que nos agrada.

En la Universidad de McGill en Montreal, Canadá, los científicos han comprobado que este compuesto químico, la dopalima, se incrementa como respuesta a otros estímulos o a actividades que nos resultan placenteros como la comida, las relaciones sexuales u el ganar dinero.

Así mismo, esta sustancia también produce un estado de bienestar cuando se está enamorado.

En el estudio, se observó que los niveles de dopamina eran hasta 9% más altos cuando un grupo de voluntarios se encontraban escuchando la música que más les agradaba.

Este resultado resulta muy significativo porque ello comprueba que los seres humanos pueden hallar mayores satisfacciones en la música comparable con el placer que se obtiene de estímulos biológicos más básicos.

La doctora Vicky Williamson, psicóloga musical del Goldsmiths College de la Universidad de Londres, recibió positivamente la investigación. Pero resulta sumamente interesante para la experta comprobar que hasta ahora los estudios no han respondido porqué la música es tan importante para el ser humano, a pesar de que sí se ha comprobado que es un hecho. "El estudio demuestra que la música está vinculada con nuestros sistemas de recompensa más profundos", explica la doctora Williamson.

La investigación involucró escanear el cerebro de ocho voluntarios durante tres sesiones, utilizando dos tipos distintos de escáner. Esta muestra relativamente pequeña fue seleccionada de un grupo inicial de 217 personas.

Esto se debió a que fue necesario que los participantes experimentaran sensaciones de placer de forma consistente al escuchar la misma pieza musical y sin que éstas se redujeran después de múltiples repeticiones o en distintos ambientes.

Se utilizó un tipo de escáner llamado tomografía por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés) en dos sesiones. En la primera, los voluntarios escuchaban música que les daba enorme placer y en la segunda debían escuchar música a la cual eran indiferentes. En una tercera sesión, la música fue alternada entre la placentera y la neutral mientras se les sometía a un escáner de imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf).

Los datos obtenidos de los dos distintos tipos de escáner fueron analizados y los científicos pudieron estimar la liberación de dopamina. La transmisión de dopamina fue más alta cuando los participantes estaban escuchando música que gozaban.

Un elemento clave del estudio fue la medición de la liberación de dopamina cuando los participantes estaban experimentando su mayor respuesta emocional a la música.

Para hacerlo, los científicos marcaron el momento cuando los participantes sentían un escalofrío que les recorría la espalda del tipo que mucha gente experimenta en respuesta a su música favorita.

Este "escalofrío" musical indicó cuándo los voluntarios sentían el placer máximo. Los escáneres mostraron una mayor transmisión de dopamina cuando los participantes sentían el escalofrío. Y cuando estaban escuchando la música que no les producía esa emoción, se liberaba menos cantidad de esa sustancia.

Tal como señala el doctor Robert Zatorre, quien dirigió el estudio, "necesitábamos estar seguros que podíamos encontrar a gente que sintiera escalofríos de forma muy consistente y precisa".

"Porque una vez que los sometíamos al escáner, si no tenían escalofríos no teníamos nada que medir".

"El otro factor que fue importante es que deseábamos eliminar cualquier confusión potencial derivada de asociaciones verbales, así que sólo usamos música instrumental".

"Esto también eliminó a muchos de los que se presentaron en la muestra original, porque la múscia que trajeron al experimento y que les agradaba tenía letras", explica el investigador.

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